viernes, 5 de julio de 2019

Salarios, oferta y demanda en Cuba, y la insistencia del economista en la propiedad privada



Continuamos estas notas introductorias para una reflexión en curso, con un exergo que ilumina el trasfondo de una meditación que debería estar en la mente de todos los cubanos, y que también explica mi interés en las propuestas del economista que comento en relación al curso de los cambios económicos en Cuba y su continua apologética de la propiedad privada:

“Por eso yo no recomiendo ninguna apertura hacia el mercado que no parta de tener absoluta claridad de que los mercados, en efecto, por su naturaleza intrínseca, por su inercia, generan constantes desequilibrios intensos sobre las relaciones humanas y sobre las relaciones sociales.
En tal sentido, la crítica al mercado es un prerrequisito para poder hacer una liberación de las relaciones mercantiles y que logre minimizar el peligro del surgimiento de nuevas estructuras socioeconómicas y clases sociales. La teoría económica no tiene mucho para ello. La teoría económica neoclásica parte de la idea que existen mercados perfectos y mercados imperfectos, pero eso no ayuda mucho. Tiene algunas ideas básicas: por ejemplo, para que los mercados funcionen tiene que haber la mayor cantidad posible de información, que esta sea lo más simétrica posible, que fluya, que no haya monopolios, entre otras ideas. Pero más allá de eso, es poco lo que aporta la teoría económica. Hay que hacer una crítica al mercado desde una posición emancipadora, si no corremos el riesgo altísimo de que los mercados liberados terminen reconstruyendo el capitalismo”
Entrevista a Henry Mora Jiménez, coautor de Hacia una Economía para la vida.
(Publicado en Cuba)

Fundamento necesario.

El actual debate de ideas sobre los múltiples y complejos temas que están implícitos y explícitos en el curso de la implementación de la Actualización del Modelo de Socialismo Cubano, se bifurca en dos vertientes principales que no pueden disimular su radical antagonismo: por una parte, la que se adscribe a la declaración inicial de Raúl al comenzar su mandato como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, según el cual el objetivo de su nuevo desempeño estaría encaminado hacia el logro de “más socialismo”, que también está simbólicamente enunciado en la declaración final de las intervenciones de nuestro actual Presidente, a saber, “somos Cuba”, “somos continuidad”, propósitos todos refrendados finalmente en una nueva Constitución por la mayoría de los isleños, y por otra parte, los que empujan y pugnan, como advertía ya Fernando Martínez Heredia, por revertir el socialismo en Cuba y reconducirla al capitalismo. (De esta última, aunque su objetivo es el mismo, pero para peor, porque está signado por un entreguismo neocolonial, esclavo y sin proyecto, se excluyen a los asalariados del imperialismo, absolutamente carentes de ideas al no ser que tenga esa egregia categoría beneficiarse de los recursos de subversión que siguen manando del Norte.)



En la formación de la segunda vertiente se han observado matices, estrategias, tácticas y distintos posicionamientos: intentos varios, uno de los cuales, ya fenecido al dejar de ser útil a sus promotores, y que vio la luz durante la breve estrategia obamiana, se propuso como su objetivo principal facilitar un cambio de régimen en Cuba, “pacífico”, tratando de acopiar capital político mediante el incómodo malabarismo consistente en desmarcarse con toda nitidez del mercenarismo descerebrado, armando una plantilla de colaboradores, intelectuales, académicos, gente de pensamiento, pero con el otro pie conectado dineraria, logística e ideológicamente a fuentes, personeros, o entidades reconocidas mundialmente como emporios de recursos disponibles mediante vías tercerizadas para las distintas modalidades de instrumentos de cambios de régimen y subversión, revoluciones de colores, primaveras inducidas, etc., en todo el Orbe. Razón por la cual tampoco lograron penetrar el resistente imaginario del escudo social mayoritario cubano, cuyo instinto político, como el del célebre aparato de Hemingway, capta de inmediato todo lo que emane pestilentes intenciones.

Es decir, el debate a que nos referimos es de pensamiento, de cosmovisiones, cuyo sustrato filosófico final es la oposición del capitalismo al socialismo, o viceversa. Y en ese plano, la discusión económica está orgánicamente imbricada a opciones y consecuencia políticas.

El discurso económico no puede enunciar resultados científicos que se puedan validar con una ley establecida mediante el control experimental. Se le tiene como ciencia, social, porque tiene objeto y campo de estudio, métodos y procedimientos, y una zona susceptible de utilizar un aparato matemático y una metodología de modelación. Pero como enseñan algunos autores, el estudio económico es poco menos que incapaz de hacer predicciones que no sean casi estocásticas, sujetas a lo imprevisible, o le resulta imposible validar resultados experimentales controlando las mismas variables en diversos entornos, porque tanto los valores de las variables como la naturaleza de las muestras, son esencialmente cambiantes en entornos también dinámicos e imprevisibles.

La economía describe, categoriza, sistematiza, y llegado el caso, generaliza lo que ya de facto existe, pero le es imposible falsear un modelo con precisión, porque la complejidad social, y psíquica humana, le impone una barrera infranqueable hasta el momento: la recopilación y el manejo de las complejísimas variables de la inextricable interrelación de la volición humana y la complejidad inconexa de las decisiones en pugna. La pretendida perfección de la economía neoclásica, que es la prevaleciente, pretende ser eficaz a partir de una exigencia de información total que le es imposible de obtener.

Es por ello que el discurso económico no pueda disimular que tarde o temprano opte, o muestre, una decisión política que, a su vez, nunca puede dejar de sostenerse en una opción ideológica previa, o a ella conduce más allá de la voluntad. Lo veremos más adelante en estas notas, con respecto al economista que comentamos.

Consecuentemente, frente a una ley claramente establecida o probada, no hay opción ideológica alguna posible que pueda refutarla. La masa por la velocidad al cuadrado no es una energía anarquista o neoliberal. Sólo puede ser empleada por una decisión política anarquista o neoliberal. Aunque es notorio que de la interpretación del conocimiento de la naturaleza que establece una ley, pueda derivar la adopción de una posición filosófica. Como ha ocurrido, por ejemplo, con las consecuencias que emanan del conocimiento de los estados cuánticos de la materia, de donde se ha derivado el absurdo de que es el acto de observar, de intervenir en la naturaleza, lo que “crea” la realidad.
Nótese, por otra parte, como es tan frecuente en muchas comparecencias o escritos de políticos o economista neoliberales que hablan o escriben de economía, para coartar una decisión política no aceptada, la expresión: “no ideologicemos”, o “es una decisión ideológicamente motivada, que dañará a la economía”, que tienen el mismo sustrato y se basan en la misma convicción: las decisiones económicas tienen una racionalidad independiente que no debe ser intoxicada, intervenida, entorpecida, por la volición humana, por la subjetividad ideológica.

Que es lo que conduce, -como ya comentamos que estudió y denunció Karl Polanyi, y también la obra de su hija, Kari Polanayi Levitt, - a supeditar al hombre y la sociedad a la economía, cuando en realidad lo que está sucediendo en esta era, es que una particular concepción de la economía del crecimiento indetenible-, como la máquina del movimiento perpetuo, o como el metabolismo del tiburón que no puede detenerse porque muere de asfixia, está concebida y controlada sólo en beneficio de una minoritaria porción de la humanidad, es histórica y pertenece a un modo de organizar la sociedad, la cultura y la vida, por lo tanto no es transcendente, ni eterna, ni inevitable y es irracional.

Así pues, en cualquier opción sistemática de solución económica se resuelve y manifiesta una determinación también ideológica aunque ella se presente como surgida de una racionalidad objetiva, ideológicamente indeterminada.
II
Las notas anteriores explican en parte el fundamento del interés de este lector en las propuestas de los economistas o intelectuales en general que se han alineado o pertenecen a la segunda vertiente del debate apuntada más arriba. Algunos declaran que no proponen un regreso del capitalismo a Cuba y no admiten no ser revolucionarios. Todo lo contrario, a veces hasta abogan directamente por los intereses de los trabajadores. Sino que el carácter de las soluciones que proponen evidencia, tanto un rechazo a las soluciones que el socialismo cubano se ha propuesto para sus dificultades, como una imantación y confianza en las soluciones probadamente capitalistas.

Mi interés, como ciudadano común, parte de la convicción, verificada mediante el análisis de las concepciones y opciones de algunos de esos economistas, que conscientemente o no, son adversos a la esperanza socialista de la Isla y que, creyendo que hacen una labor científica, en realidad se alinean, desde la elusiva cobertura de las academias, o la pretendida objetividad de las investigaciones, a los intereses que la cultura hegemónica capitalista ha logrado sembrar y diseminar como los paradigmas de la verdad en diversas disciplinas, sobre todo las sociales, que por su indeterminación y su directa relación con las ideologías, son más proclives a ello.

En otros textos advertí la participación de uno de esos economistas en un evento que tuvo como objetivo analizar (e influir, sin dudas) en los cambios constitucionales en Cuba, pero que contaba con el financiamiento de uno de los órganos más conspicuos de la subversión imperialista. Ese mismo economista fungía como asesor académico de la plataforma de subversión conocida como Cuba Posible, y ha sido caracterizado por economistas cubanos como un convencido adversario de la empresa estatal socialista y un ferviente defensor de la propiedad privada.

Es el ejemplo en que nos hemos basado, en las notas anteriores, para examinar cómo desde el púlpito aparentemente inocuo e imparcial del conocimiento, cómo desde los resultados en apariencia políticamente inmotivados e imparciales de la investigación, sea el propósito de ello consciente o no, se acecha la posibilidad de desmontar el proyecto socialista, aprovechando que una revolución como la cubana siempre tiene que combinar la sobrevivencia mediante el equilibrio, con el cambio y el riesgo, y ambas frente a un continuo ataque que ahora quiere obstaculizar tanto lo uno como lo otro.
Esos autores, o el autor de marras, no estarán de acuerdo. Porque efectivamente parten de sus convicciones, de la creencia de que sus propuestas llevan la razón. Pero, aunque cuando no hay lucro interesado, y media el sacrificio y la entrega del intelectual sin esperar vender al mejor postor el pensamiento, eso se respeta, por otra parte, tampoco obsta para que se ponga al servicio de los objetivos de los que nada se proponen para buscar soluciones aunque sean equivocadas, sino que desean borrar de raíz el proyecto socialista cubano, e incluso su independencia. De allí la necesidad de la polémica y del examen de las propuestas que se originan en esos medios.

III

En texto anterior, comentaba que el economista a que me refiero aceptaba, en un texto del 2018, que si se usaba el mecanismo de la inflación reprimida en Cuba, eso era socialmente justo y políticamente positivo. Pero apenas se hizo pública la subida de salarios en el sector presupuestado, apuntaba yo entonces al final de aquella nota, que el tono y la perspectiva analítica posterior del economista sufrió un giro singular. A ello me voy a referir a continuación. El texto que le continuó, donde se aprecia el cambio de tonalidad fue “Cuba: salarios, demanda y oferta de alimentos ¿será efectiva la restricción de precios?”, y desde ya, bajo la aparente forma de pregunta problémica, se pre anunciaba la respuesta, casi siempre adversa, que es un procedimiento notorio en la forma de titular de este autor.
Pero antes recordemos, porque la intencionalidad de un análisis, y más si es económico, está preñada de sutilezas. Y ellas son siempre ideológicas. Algo generalizador: en todos los textos que he podido leer de este autor siempre hay un final feliz para las profecías relacionadas con la propiedad privada y un destino de cenicienta, pero sin hada madrina, ni príncipe a las doce de la noche, ni ajuste de zapato de cristal, para las decisiones gubernamentales y partidistas cubanas. Es una especie de leitmotiv de su obra.

Incluso esa óptica lo fuerza a considerar en sus análisis estadísticos, que son propiedad privada (sin matizar lo que estrictamente en el modo capitalista de producción eso significa) formas de propiedad mucho más próximas a variantes de la propiedad social, o socializada, como son las diferentes formas de cooperativización en Cuba. De allí que su propio “tamborileo” sea afirmar que es la propiedad privada y la reducción de la importancia de la empresa estatal socialista la que logrará garantizar el socialismo en Cuba. Ahora también eso se manifiesta
.
Si queremos atender al criterio de un especialista, el Dr. Carlos M. García Valdés desmonta cada uno de los argumentos con que el economista que comentamos insiste en convencer a sus lectores de las bondades de la propiedad privada. A una profusa cantidad de datos y la reflexión de ese economista remito, como complemento de estas notas, pero baste decir que Carlos M. García Valdés prueba la manipulación interesada, es decir, hasta la selección de los datos y la opción analítica a que puede conducir a la “objetividad” de un economista cuando sacrifica su “ciencia” y está motivado ideológicamente. (Ver de Carlos M. García Valdés https://cubaeconomista.blogspot.com/2018/06/la-alimentacion-del-pueblo-cubano.html).

Pero las intenciones previas pueden conducir a sutiles incoherencias.

Habíamos recordado que en “Cuba: salarios, demanda y oferta de alimentos ¿será efectiva la restricción de precios?”, su autor ciñe el análisis de las consecuencias de una restricción de precios y la posible inflación que ello podría generar, al plano de la producción. Téngase en cuenta que en la producción funciona precisamente el costo, al que por cierto, en ese artículo no se refiere. Pero luego de conocer la explicación del Ministro de Economía cubano, en el sentido precisamente de que no debería ocurrir una elevación de los precios si los costos no varían y que además el aumento de salarios ocurre ahora en el sector presupuestado, no en los salarios del sector empresarial productivo, donde el mayor salario sí elevaría los costos, entonces, en el artículo posterior, es cuando el economista cambia de tono y parece olvidarse del elogio anterior que había hecho de la inflación reprimida.

En ese inmediatamente posterior artículo, titulado “La economía cubana en la Mesa Redonda del 2 de julio: criptomonedas, demanda inflacionaria y observatorio de precios”, desecha el factor costo con el expediente de afirmar que esa no había sido el tema más relevante del debate en los días anteriores. ¿Refuta eso el criterio del Ministro? No habrá sido lo relevante en los argumentos anteriores del economista, porque siendo su perspectiva entonces “la produción”, lo desechó, sin razón económica alguna pero es claramente relevante para el análisis que él mismo se proponía. Sorprendido en falta de omisión, allí observamos un expediente de diversión, que no es primera vez que utiliza.
Para seguir explotando el tema de la alimentación, hace otra operación manipuladora, sabiendo que es un tema sensible para cualquier población y sobre todo porque su línea argumental maestra de siempre es insistir en que la producción de alimentos pertenece a la propiedad privada. (Que todo lector del artículo de Carlos M. García citado más arriba descubrirá que es un enfoque casi rayano en pecado de lesa honestidad científica, como lo subraya el doctor).

El enfoque consiste en afirmar que a causa del aumento salarial, habría una “demanda extra de alimentos de 2400 millones de CUP en 2do semestre de 2019”. De este modo, además del ejercicio especulativo de suponer que todo el aumento salarial se volcaría sobre la alimentación, desea minimizar o invisibilizar que gran parte o cualquier parte de ese poder adquisitivo podría dirigirse a todos los restantes renglones mencionados por el Ministro., y que son fuertemente demandados incluso desde momentos anteriores al aumento salarial y donde es plausible suponer que el cubano volcará parte de su nuevo poder adquisitivo. El autor no hace ninguna consideración sobre este aspecto, algo típico de sus enfoques que invariablemente adoptan siempre los temas y las ópticas más sombrías.

En efecto, un incremento de demanda sin aumento correspondiente de la oferta tiende a ser inflacionario. Pero eso necesita matizarse. Ya comentamos en una nota anterior que esa ley funciona si se permite que el estímulo del productor, sin que se vean afectados sus costos, sea aprovechar la oportunidad de aumentar sus ganancias. Esa es la pretendida ley. Y eso, como no es una ley ciega, divina, depende de la volición humana, es un rasgo del egoísmo precisamente capitalista y puede y debe ser controlado en el socialismo. Un mecanismo económico podría ser que el indicativo principal para el cálculo de la estimulación salarial del sector empresarial sea bajar los costos y aumentar significativamente las ventas, mediante las diversas formas en que ello puede lograrse, entonces incluso habría menos motivos para aumentar los precios y se aumentaría la oferta.

Pero ya en el artículo de este autor que le sigue, “Salarios, precios e inflación en Cuba: ¿cuadratura del círculo mediante importaciones?, atiende a las diversas fuentes mencionadas por el Ministro de Economía en que podría volcarse el nuevo poder adquisitivo: a saber, infocomunicaciones, turismo nacional, transporte, gastronomía, etc.

Pero cuál es la perspectiva de solución que el economista comparte. El mismo lo dice paladinamente: nuevamente en la alimentación, pero como responsabilidad de la propiedad privada, donde, insiste a pesar de la refutación del Dr. Carlos M. García, “se genera la parte decisiva de la producción agropecuaria nacional en una serie de renglones importantes”.

Tienta citar a Carlos M. García en su trabajo del 2018, “¿La alimentación del pueblo cubano depende en realidad del sector privado rural? Esclareciendo conceptos y desmontando un fetiche.” Porque revelan con toda claridad la intencionalidad de este economista que lo impulsan constantemente a torcer los datos, y desconocer otros, para arrimar espuriamente la brasa al elogio de la propiedad privada, y que fuera catalogado desde que trabajaba en Cuba, por una autoridad de mucho prestigio en estos campos del saber, como un especialista de convicciones neoliberales, lo cual ya explica mucho respecto a sus enfoques. Pero basta para comprender que la insistencia del economista comentado en el sector privado, raya casi en la obsesión, como si fuera un guion al que se debe, obcecadamente, y cueste lo que cueste condiciona el enfoque ideológico y las opciones de política económica de sus propuestas.

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