Las armas melladas del capitalismo.



El guevarismo (Resumen Latinoamericano) | GACETILLAS ...
El inminente aumento de la capacidad adquisitiva de los trabajadores del sector presupuestado y el consiguiente crecimiento de la demanda ha provocado un debate e intercambio de propuestas para afrontar  el posible advenimiento del fenómeno económico conocido entre los especialistas como inflación. 

Un diccionario económico nos ilustra que:
“La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en un país durante un periodo de tiempo sostenido, normalmente un año. Cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos bienes y servicios. Es decir, que la inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda: una pérdida del valor real del medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía. Para medir el crecimiento de la inflación se utilizan índices, que reflejan el crecimiento porcentual de una 'cesta de bienes' ponderada. El índice de medición de la inflación es el Índice de Precios al Consumidor (IPC).”

Según el criterio (no sólo, por supuesto) de algunos economistas cubanos que, o no viven en el país o que ya no están insertos en la vida laboral activa, pero que atienden relativa con asiduidad el rumbo económico de la Isla,  el aumento de la demanda, - y creo que se han referido casi exclusivamente a la demanda del consumo familiar, no a toda la demanda agregada – puede desencadenar un alza de los precios o un desabasteciendo de productos (reducción de la oferta), o ambas cosas.
Una determinada corriente del pensamiento económico, que se ajusta ortodoxamente a las llamadas leyes de las sociedades de mercado, y en especial a la ley de la oferta y la demanda, preconiza que el  alza de los precios (la inflación) puede sobrevenir a causa precisamente de la acción de esa ley, en la situación en que al crecimiento de la demanda no le corresponda un equivalente crecimiento de la oferta. 

Debe notarse lo siguiente: el funcionamiento de esta ley se atribuye al hecho de que cuando se produce un  aumento de la demanda por la existencia de un mayor poder adquisitivo causado por el aumento de la masa salarial en mano de los consumidores, el productor se vería estimulado cuasi automáticamente a subir los precios para, aprovechando la coyuntura, cumplir con el que sería el objetivo esencial de toda empresa productiva: aumentar las ganancias. No debemos perder de vista  que el resorte y carácter de esta “ley” es el interés humano o empresarial es lucrativo.

Una sencilla reflexión en ese modo de razonar nos debe llevar a destacar lo siguiente, en el caso de que los costos de producción no se hayan elevado: así planteado en el funcionamiento de esa ley, no estamos ante un agente causal impersonal, etéreo e intangible, ajeno a la voluntad humana, al modo, por ejemplo, de la gravedad, una ley de la naturaleza. Por el contrario, lo que explicaría el origen de ese comportamiento erigido en “ley”, es una decisión humana, no una imposición exterior a su voluntad, ante la cual no habría nada que hacer: dicho en palabras llanas: veo la oportunidad de aumentar mis ganancias ya que el comprador tiene más dinero, pues “oportunamente” aumento los precios.

Y por supuesto que eso sucede todos los días en cualquier punto del planeta, y acaba de suceder en nuestro país apenas se conoció, - o se sospechó-, lo que sucedió o sucedería con el aumento salarial.
Pero el matiz importante que dejamos de lado al “asimilar” diaria y superficialmente la pócima que nos imponen como conocimiento establecido, nada menos que en forma de ley,  es que los teóricos ortodoxos de la economía neoclásica predominante en el mundo, al presentar la ley como una entidad objetiva, inevitable, de aplicación universal, nos están impidiendo acceder a las alternativas al propio capitalismo y su economía de mercado, y a la vez descreer de la posibilidad de sus alternativas socialistas, porque  es precisamente el  comportamiento de la sociedad de mercado el que genera ese comportamiento y, por lo tanto, no tiene que ser una “ley” que fatalmente se imponga en toda circunstancia, en especial, en un proyecto socialista que se proponga el objetivo de ir más allá de lo que el capitalismo le dice al hombre  que el hombre puede llegar a ser.

Pero aquí se trata de qué se espera de la piedra angular del proyecto cubano: la empresa socialista y la propiedad social estatal. Por cierto, ambas tan constante y acerbamente denostada, precisamente, por economistas que insisten en sembrarnos  todos los días la creencia en la superioridad de la propiedad privada y la economía de mercado, caldo de cultivo de donde se origina la ley de marras.
Pero claro que cada empresa socialista debe obtener ganancias. En interés de sus trabajadores, cuando de ello también dependen las cuantías de sus salarios, y en interés social, que debe reproducir y ampliar sus recursos. Por tanto, la empresa acude a las vías conocidas para ello: producir cada vez con más calidad, al menor costo posible, en la mayor cantidad recomendable, para vender al precio justo que permita obtener el margen de ganancia adecuado al interés de todos: que no es por definición un interés privado, algo distinto al interés natural del trabajador. Y en consonancia, si la empresa afronta un aumento de costos, la simple aritmética indica que debe hacer algo por mantener la ganancia: lo más probable es que se vea obligada a  vender a un precio mayor.
Pero es algo muy distinto “verse obligado” a vender a un precio mayor, (y allí sí que tenemos una ley simplemente aritmética, derivada del objetivo que tiene cualquier organización empresarial, a saber, garantizar alguna ganancia), a “optar por vender” a un precio mayor sólo porque la gente tiene más dinero. 

Lo que insisto en subrayar es que esto último no tiene nada de ley externa al ser humano: es el comportamiento casi compulsivo que no es ni algo sustancial a la naturaleza humana sino que pertenece a una cultura específica, conformada por siglos de vivir en un determinado sistema de organizar la vida espiritual y económica que conocemos con el nombre de capitalismo. Una de las razones, entre varias otras, cada una más importante, que llevó al Che a pensar en la necesidad de un ser humano “nuevo”, que es precisamente el que debe formar la cultura socialista, a la vez que es el agente y actor principal  de la esperanza de que exista un modo de vida socialista.

Pero bien: se dirá que, por ahora, este es el mejor de los mundos posibles y la realidad nos puede echar de bruces del escenario de nuestros sueños: el caso es que la reacción espontánea de intentar aumentar las ganancias mediante la oportunidad de aumentar los precios es altamente presumible y con ello hay que contar, pero a partir de allí, precisamente, actuar. Y detengamos la lectura un instante y meditemos: también, a la vez, debemos estar alertas ante los intelectuales orgánicos del pensamiento económico capitalista, porque creer acríticamente en sus teorías aleja cada vez más de la confianza de que otro modo de vida es posible, y la desesperanza no sólo conduce a la inacción, a no crear y luchar, a no ir a más, sino también al apoyo de lo que adversa e impide que los sueños se realicen

Por ello inclinarse y reverenciar una ley que se presenta como inviolable,  es algo muy distinto que conocer que hay un fenómeno, presentado como ley que no puede violarse, pero que, por muy difícil que sea hasta lo rayano en lo imposible, sí puede cambiarse. Y no depende sólo del individuo, sino de cómo se piensen y diseñen las instituciones que organizan y rigen la vida económica y social.

Hay un factor que se debe tener en cuenta, de todos modos, porque el interés de una empresa en elevar sus precios puede sobrevenir por otro motivo que no sea el aumento de los costos de producción. Los esquemas de estimulación pueden estar diseñados de manera que si aumentan las ganancias vía la elevación de precios, aumenten las remuneraciones totales del trabajador.

Me atrevo a apuntar, a partir mi experiencia como trabajador de una empresa estatal, que al menos se debe estudiar una vía para impedir que eso ocurra: que la estimulación salarial se haga depender, principalmente, de la disminución de los costos por las vías que existen al efecto, sobre todo mediante la investigación y el desarrollo, la calidad de exportación, la innovación tecnológica y la eficiencia productiva. Nunca resultará fácil para un país como el nuestro al casi todo le resulta más difícil. Pero lo que debe evitar es que las empresas hagan depender la estimulación por las ventas totales si lo que interviene para lograrlo en vender más caro.

La experiencia nos parece confirmar que salvo el tipo de ser humano lobo del hombre, lo que conocemos como capitalismo y mercado tiene componentes que pueden y deben utilizarse en los intentos de hacer algo por vivir de un modo diferente. O que en las circunstancias actuales del dominio global del modo de ser económico del hombre y la sociedad por eso que llamamos capitalismo, hay que transitar por el camino del riesgo y la creación heroica. Pero sin olvidar las armas melladas porque aquellas están hechas de un material al que ya no podremos sacar filo si no es para provocarnos daños y heridas peores que las que provocan no usarlas.

Sobre todo cuando las armas melladas del capitalismo son sus comportamientos erigidos en leyes para aherrojar el sueño de libertad y dignidad del hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario